SANTIAGO. El presidente del Consejo de Administración de la Cooperativa La Altagracia, analiza en su mensaje del mes de noviembre el tema Economía Circular y Cooperativismo:
“El cooperativismo como gestión empresarial basada en los valores humanistas desde sus inicios en el siglo XVIII ha propugnado por prácticas éticas en la producción, la distribución y el consumo responsable. Las corrientes económicas modernas están poniendo en contexto conceptos que desde hace más de siglo y medio se vienen implementando por el sector cooperativo en los cinco continentes.
Economía Basada en Recursos, Economía Circular, Economía Verde, entre otras, son convergentes con los idearios del cooperativismo que procura un equilibrio entre el hombre y la naturaleza, eliminar la especulación, la usura y el agiotismo en productos y servicios. Los recursos materiales deben ser utilizados en forma sostenible, responsable, reduciendo al mínimo posible la generación de residuos contaminantes, reutilizándolo en la mayor proporción posible.
La economía circular está en contraposición a la economía lineal que se basa en la extracción, fabricación y eliminación, en su lugar plantea la eco-concepción, considerando los impactos medioambientales durante el ciclo de vida de un producto desde su inicio.
También la funcionalidad que privilegia el uso frente a la posesión, la reintroducción de productos que no se corresponden con las necesidades del consumidor dentro del circuito económico. Además la economía circular apuesta por la reutilización, reparación, reciclaje y valoración de los recursos y residuos, todo en interés de ayudar a disminuir el uso de recursos, reducir la producción de residuos y limitar el consumo de energía con beneficios ambientales, creando riqueza y empleos en los territorios.
- La economía basada en recursos se sustenta en la utilización de los recursos disponibles en vez del dinero para resolver los problemas. El dinero es una invención humana que surgió para intercambiar bienes y servicios que eran escasos y requerían del trabajo humano. Si un bien o servicio es abundante y no es producido o distribuido por el hombre, no tiene sentido ponerle precio (Como el caso del aire, la luz solar, la lluvia, el agua y otros recursos de incalculable valor). El modelo económico basado en la escasez y el dinero ha demostrado su obsolescncia.
Por su parte la economía verde resulta de la comprensión de mejorar el bienestar humano y la equidad social, reduciendo los riesgos ambientales y la presión sobre los sistemas naturales y armonizar el desarrollo económico y el consumo eficiente de los recursos.
Los principios universales del cooperativismo enunciado hace más de 17 décadas contienen en sí mismo la esencia de estos postulados que hoy se ponen en vigencia. El Séptimo Principio del Cooperativismo sobre: Compromiso con la Comunidad, establece que las cooperativas trabajan por el desarrollo sostenible de su comunidad por medio de políticas aceptadas por sus miembros.
De ahí surgen los amplios y variados programas de responsabilidad social y ambiental de las cooperativas para el desarrollo y crecimiento sostenible de las comunidades tomando como referente el Índice de Progreso Social y el Índice de Desarrollo Humano.
Programas de reducción, reutilización y reciclaje son parte intrínseca a la gestión de las cooperativas. La reducción de emisión de CO2 y otros gases de efecto invernadero, el uso eficiente de energía limpia (Hidroeléctrica, fotovoltaica, eólica) son propias de nuestro accionar cotidiano, así como proyectos permanentes de reforestación y conservación de ecosistemas y zonas de impacto hídrico. Fomento de hábitos de consumo responsable, incentivo de la agricultura orgánica, programas de huella de carbono cero, constituyen parte del modus vivendi y operandi de las cooperativas.
En fin todas las teorías y pensamientos económicos que coloquen el bienestar del ser humano, su relación armoniosa con la naturaleza, uso racional y oportuno de los recursos, equidad distributiva, son coincidentes con la filosofía y doctrina del cooperativismo y es nuestro deber asumirlas, ponerlas en ejecución y medir su impacto en la dignificación del ser humano y su hábitat.
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