Xiomara Nunez de Céspedes

Desde tiempos inmemorables los roles conforme al género han sido establecidos por una sociedad que crece aceleradamente en todos los sentidos, menos en la administración de equidad de género, en este último concepto se ha tomado su tiempo en evolucionar.

La mujer es identificada por el rol reproductivo y el hombre por el productivo, sin importar el papel determinante que ha jugado la mujer en los últimos años en el ámbito laboral, muchas de nuestras leyes y ordenanza siguen siendo diseñadas excluyendo las necesidades y especificaciones que necesita la mujer a la hora de participar en el ámbito laboral.

Para transformar las condiciones que impiden un desarrollo integral de las mujeres y las niñas necesitamos algo más que los escritos de buena voluntad. Debemos contar con foros de observación que alerten sobre la exclusión a la hora de elaborar leyes y estatutos, mujeres empoderadas que tengan por misión el escrutinio de todo reglamento u ordenanza que nos afecte.

Estamos más que consciente de la presencia desigual de las mujeres en los estamentos de toma de decisiones, sin embargo, esta última condición debe servirnos de estímulo para buscar la pertenencia en dichos estamentos a fin de establecer los canales para el pleno desarrollo de la mujer en todos los ámbitos económico, político y social.

Según la OIT el trabajo decente “resume las aspiraciones de las personas en su vida laboral, aspiraciones en relación a oportunidades e ingresos; derechos, voz y reconocimiento; estabilidad familiar y desarrollo personal; justicia e igualdad de género”

Pensar en las mujeres como receptoras pasivas o usuarias de recursos es pensar en un flaco rol del potencial inigualable que tienen estas a la hora de participar de manera activa en cualquier escenario productivo.

Las mujeres siguen siendo la población más pobre en el mundo con salarios más bajos y reglas menos clara para contratarlas, las cooperativas son las llamadas a elaborar políticas de apoyo y orientación a la población en general, que estas reconozcan en las cooperativas los cambios que necesitan para su pleno desarrollo.

Los Comité de Equidad de Género deben convertirse en foros de observación a fin de velar por la implementación de políticas y servicios que equilibren la balanza en favor de aportar al desarrollo igualitario de las mujeres, como cooperativistas estamos llamados a invertir en la igualdad de género, la potenciación y el trabajo decente para las mujeres, esto es fundamental a la hora de lograr justicia económica y social, así como compromiso democrático conforme a nuestros principios y valores.

Dios nos guíe en tan noble tarea.

 

No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Gálatas 6:9

 

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