Dr. Luis Guillermo Coto Moya/ESPECIAL PARA ELCOOPERADORDIGITAL RD/ Sub Director Ejecutivo CCC-CA
La economía es una ciencia social que estudia los modos de organización de las sociedades para satisfacer las necesidades humanas. Tiene como objeto el estudio de producción, distribución, intercambio y consumo de bienes y servicios.
El sistema económico inspirado en la economía de mercado, ha sido adoptado y acentuado en las últimas cinco décadas por la mayoría de los países de América Latina. Los ideólogos del tema han promovido al mercado como “motor de la economía” y “ordenador social”, quedando las sociedades sometidas a la “tutela y supremacía del mercado”.
Considerada la economía como una ciencia social, debería expresarse en la mejora sustantiva de las condiciones de vida de las personas o sea en el bienestar general, sin embargo, son múltiples las evidencias que demuestran una orientación hacia la economía de lo material o de las cosas, por encima de la economía centrada en la mejora de la calidad de vida de las personas.
En el informe del Panorama Social del 2019 de la Comisión Económica para América Latina – CEPAL se detalla importantes retrocesos en la recuperación de América Latina en el tema de la pobreza.
Al período en mención América Latina reflejaba un 30,8% de la población (191 millones de personas) en la línea de pobreza y un 11,8% (77 millones de personas) en la línea de pobreza extrema, situación que, sin lugar a dudas, se agudizará para la nueva década a partir de los efectos derivados de la pandemia del SARS-CoV-2 a causa del COVID-19.
De acuerdo con datos de la CEPAL y OXFAM el 10% de la población de América Latina y el Caribe posee el 71% de la riqueza y tributa solo el 5,4% de su renta. La concentración del ingreso y la riqueza está en el corazón de la desigualdad social en la región latinoamericana. “Entre 2002 y 2015, las fortunas de los multimillonarios de América Latina crecieron en promedio un 21% anual, es decir, un aumento seis veces superior al del PIB de la región latinoamericana. Gran parte de esta riqueza se mantiene exenta del pago de impuestos o en paraísos fiscales.
Es vergonzoso que en la mayoría de los países de la región continúe el aumento progresivo en la tasa y los bienes que pagan IVA, en vez de atacar la evasión fiscal y reducir las exenciones que reciben los que más tienen”, planteó Simon Ticehurst, director de OXFAM para América Latina y el Caribe.
La concentración de la producción de actividades de alta retribución del capital financiero es el factor determinante para la acumulación desmedida de la riqueza, lo cual no se expresa, ni en el crecimiento de la fiscalidad, ni en mecanismos de democracia económica para promover acciones dentro de una “economía más justa”.
La vorágine del mercado ha demostrado que en su espíritu de acumulación, centra su acción en los intereses de una pequeña parte de la sociedad, profundizando los problemas sociales y prevaleciendo el interés particular – individual o corporativista, por encima del interés general. Ante el canibalismo del mercado se debe recuperar la visión colectiva solidaria como elemento primordial para la sostenibilidad y la promoción social.
Según el sociólogo francés Emile Durkheim, la solidaridad social se encuentra en la conciencia colectiva de las sociedades, los diferentes grupos sociales que conforman una comunidad necesitan de la solidaridad para el desarrollo de un sinnúmero de actividades para las cuales deben colaborar y apoyarse mutuamente. De manera integral la solidaridad social podría modificar las condiciones, decisiones y acciones sobre las cuales gravita el sistema social en nuestros países.
La solidaridad social nos debería llevar a contar con figuras de Estado Social de Derecho, que protejan los intereses colectivos e integren en sus agendas problemas de interés público, como el caso de la salud, la educación, la seguridad alimentaria, el suministro del agua, servicios básicos, la protección, custodia y explotación adecuada de los activos naturales y el respeto por los derechos humanos.
Se debe disminuir los altos índices de corrupción y enriquecimiento ilícito, entre otras, como parte del flagelo de la “cuestionada y deficitaria Gobernabilidad” en la mayoría de los países de América Latina.
Es fundamental promover políticas públicas con una visión ética y solidaria que atiendan las inmensas necesidades de los ciudadanos y el compromiso con el bien ciudadano.
Se debe promover un sistema económico más humano, solidario, equitativo y sostenible que brinde oportunidades para la sana convivencia, con principios de democracia económica, y justicia social.
En general la solidaridad humana nos debería llevar a disminuir el flagelo de la corrupción política, económica y social, que impacta en el idealismo y la esperanza colectiva. En la descentralización o tercerización de los servicios del estado, se debe dar oportunidad para que pequeñas y medianas empresas, cooperativas, mutuales, asociaciones de productores y otras organizaciones sociales, puedan ser parte de la cadena de producción, servicios y proveeduría del Estado, sin concentrar los negocios en pequeños grupos de las grandes empresas.
En general el Estado debe brindar oportunidades para promover todo tiempo de empresas en la sociedad; pymes, y grandes, privadas, públicas y sociales, de capital privado o colectivo, locales, nacionales e internacionales que contribuyan con la generación de riqueza.
Complementariamente debe velar con el cumplimiento estricto de políticas públicas para la adecuada distribución, inversión social y la democracia económica. Desde una perspectiva integral el desarrollo implica una proximidad entre el poder político y las personas.
El ejercicio ciudadano para la búsqueda de mayor equidad requiere que la sociedad desarrolle sistemas de protección y promoción de oportunidades, para que los ciudadanos sean partícipes de los beneficios y actores del desarrollo. Se debe promover un nuevo “capital público” que permita que la diversidad de actores participe en la construcción de la agenda social.
Otra visión de la economía debe privilegiar el bienestar de las personas, situando los recursos, la riqueza, la producción y el consumo como medios para alcanzar tal fin, donde la solidaridad se convierta en el componente fundamental de la nueva normalidad.
La solidaridad colectiva nos debe permitir reafirmar las acciones para el bienestar común.
Tal y como señaló el ilustre pensador y dirigente político Mahatma Gandhi:
“Los recursos, en realidad, son suficientes, pero la administración actualmente está siendo errónea, en la Tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto, como para satisfacer la avaricia de algunos”
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