José Alfredo Martínez/Educador Cooperativo

Es innegable el grado de desarrollo alcanzado por el sector cooperativo dominicano y sus cooperativas, este auge pone a estas empresas de la economía social y solidaria en la mira de muchos sectores y personas interesadas en beneficiarse a costa de estas instituciones.

El funcionamiento social y empresarial de las cooperativas se fundamenta en sus principios y valores, de estos uno de los más relevantes es el Quinto principio, que por su importancia es llamado la Regla de Oro debido a varias razones fundamentales; dentro de este escrito mencionaremos algunas cuestiones que motivan la interrogante del título. La educación cooperativa es el pilar primordial que sustenta el desarrollo, la participación y la sostenibilidad de las cooperativas, promoviendo valores democráticos, solidarios y éticos en beneficio de todos sus miembros.

Martín Lutero, nacido como Martin Luder, ​ fue un teólogo, filósofo y fraile católico agustino que comenzó e impulsó la Reforma protestante en Alemania y cuyas enseñanzas inspiraron la doctrina teológica y cultural denominada luteranismo.​

Todo cooperativista sabe que la educación cooperativa hace que el asociado se empodere de su cooperativa al brindarles conocimientos sobre los principios, valores y su funcionamiento; con estos conocimientos el asociado estará en condiciones de participar activamente en la toma de decisiones y en la gestión efectiva de la cooperativa.

Ejecutando labores educativas se fomenta la identidad cooperativa al transmitir los valores de solidaridad, democracia, equidad y responsabilidad, creando un sentido de pertenencia y compromiso del asociado con su cooperativa.

A través de la educación, los asociados adquieren habilidades de liderazgo, trabajo en equipo, resolución de conflictos, gestión financiera y administrativa para estar en capacidad de contribuir de manera efectiva al desarrollo y sostenibilidad de la cooperativa.

Las actividades de educación viabilizan que se realice la necesaria transmisión de conocimientos y experiencias gerenciales y dirigenciales entre las distintas generaciones de asociados para promover y garantizar la continuidad y el crecimiento de la cooperativa en el tiempo.

Un taller cooperativo para fines ilustrativos.

Con la educación los cooperativistas fomentan la solidaridad, la colaboración y el apoyo mutuo entre los asociados, con lo que se favorece la creación de un ambiente de confianza y cooperación en la entidad que trae como resultado el fortalecimiento de la comunidad cooperativa.

Dada la importancia de la educación para las cooperativas se ha de entender que un educador cooperativo tiene que cumplir con algunos parámetros y características que son fundamentales para alcanzar el éxito y garantizar un impacto positivo en el ámbito cooperativo; en párrafos posteriores me permito mencionar los que a mi entender definen a un educador cooperativo.

Quien se precie de ser educador cooperativo debe poseer sólidos conocimientos sobre los principios, valores y modelos de funcionamiento de las cooperativas, así como una comprensión clara de su importancia y beneficios para la gestión cooperativa.

Este debe ser una persona empática, comprensiva y capaz de escuchar activamente a los asociados; con esta actitud del educador cooperativo se contribuye a fomentar un ambiente de confianza y colaboración durante los procesos educativos y formativos.

El educador cooperativo debe poseer la capacidad para comunicar de manera clara, sencilla y efectiva los conceptos doctrinarios de nuestra filosofía, ser capaz de adaptar su mensaje a las necesidades y contextos de los participantes.

Se espera que un educador cooperativo sea un promotor y practicante del pensamiento crítico, que fomente la participación activa y el debate constructivo entre los asociados, estimulando el análisis reflexivo para la toma de decisiones informadas. Debe tener capacidad para motivar e inspirar a los asociados participantes en las actividades formativas; fomentando, en ellos, el compromiso, la creatividad y el espíritu colaborativo durante todo el proceso de aprendizaje.

Debe predicar con el ejemplo, lo que quiere decir que un educador cooperativo tiene que actuar en correspondencia con la integridad, ética y coherencia con los valores cooperativos, sirviendo como modelo a seguir por los asociados al demostrar su genuino compromiso con la cooperación y la solidaridad. Esto es fundamental en un educador cooperativo al demostrarlo con su proceder diario.

Estas características son esenciales y determinantes para un educador cooperativo efectivo, que desempeñe un papel clave en la promoción de la educación cooperativa y el fortalecimiento de las cooperativas como modelos sostenibles y democráticos.

Dado lo expresado al iniciar este artículo sobre el interés que ha generado el desarrollo de las cooperativas por la cantidad de recursos que manejan y las oportunidades de negocios que ofrecen, es probable que personas ajenas a esta filosofía quieran incursionar en esta actividad, que para ellos puede resultar atractiva y lucrativa. Debido a esto se deben mencionar los riesgos que representa poner en manos de personas ajenas a la doctrina del cooperativismo las tareas relativas a la educación de los asociados.

La incursión de personas no cooperativistas en las actividades para la educción cooperativa conlleva varios aspectos críticos que pueden afectar la calidad y el propósito de la educación en el ámbito cooperativo.

A una persona no familiarizada con los valores y principios cooperativos le puede resultar difícil transmitir de manera efectiva estos conceptos esenciales a los asociados, resultando ser una educación superficial o desenfocada de los propósitos filosóficos y la esencia cooperativa.

Un educador no cooperativista carece de la empatía necesaria para comprender las necesidades y desafíos específicos de los asociados, lo que limita su capacidad para establecer relaciones significativas y promover un ambiente de confianza y colaboración.

Al este educador carecer de alineación con los valores cooperativos llevaría a una interpretación errónea o distorsionada de los mismos y debilitar la identidad cooperativa, socavando la integridad del modelo de negocio cooperativo.

Con un educador no comprometido con los valores cooperativos se corre el riesgo de generar desconfianza y resistencia entre los asociados, quienes podrían percibir falta de autenticidad y compromiso, afectando la efectividad de la educación.

La mala influencia de un educador no cooperativista tendría repercusiones negativas en el desarrollo y la sostenibilidad de la cooperativa a largo plazo, al no promover una cultura cooperativa sólida y coherente con la naturaleza y esencia cooperativa.

En definitiva, se puede afirmar con propiedad que es crucial para las cooperativas contar con educadores cooperativos que reflejen y promuevan los valores cooperativos en su práctica personal y educativa, para garantizar una educación auténtica, significativa y alineada con los objetivos y beneficios del cooperativismo.

Finalmente, para garantizar alcanzar los objetivos de crecimiento y desarrollo social y económico de los asociados, la familia y la comunidad, es responsabilidad de cada institución cooperativa preguntarse, ¿está la educación de mi cooperativa en manos de Lutero?

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