Maestro, cooperativista, humanista integral, se fue el miércoles 12 de febrero

SANTO DOMINGO. Ignacio Miranda era un hombre consagrado al amor y al servicio. Su existencia giró sobre todo en torno a sus principios de justicia social cristiana y de esta forma pasó por las aulas universitarias, por sus clases en el Seminario Santo Tomás de Aquino, y como educador  en cooperativismo en todo el país, además de haber creado, en su casa de Los Prados, Santo Domingo, la Fundación Humanismo Integral, que tenía los siguientes objetivos:

Promover  el estudio, la formación, difusión y práctica de valores del Humanismo Integral contenidos en la Dimensión Social del Evangelio y para presentar propuestas de soluciones a las situaciones que vive la República Dominicana, a través de cuatro líneas fundamentales: la identidad nacional, la integración a partir de la familia, la economía solidaria y la ecología integral, a partir de la persona humana.

Su actitud crítica frente al desenfreno del consumismo y otros vicios de la sociedad capitalista,  fue fruto de sus convicciones cristianas cuando esa fe se adopta acorde a lo que Jesús vino a enseñar.

Su partida nos deja un inmenso vacío por la trayectoria de desprendimiento, solidaridad y actitud educativa en torno a quienes le conocimos y admiramos.

Propicia es la oportunidad para recordar un fragmento del prólogo de su libro  Equidad Integral, presentado en el Seminario Santo Tomás de Aquino, el  27 de diciembre de 2014, con motivo de su retiro de la docencia activa:

Este libro tiene por fin rescatar el valor fundamental de la economía basada en el trabajo para producir los bienes capaces de satisfacer las necesidades reales de todos los miembros de la sociedad dominicana, de manera que puedan elevar la calidad de vida propia de la dignidad de todo ser humano; y, compartir los excedentes con otros pueblos.  Este valor ha sido secuestrado por sectores de poder que sólo les interesa el dinero fácil, rápido y mucho, sin importar los medios que utilicen. Y, peor aún, han logrado una contaminación cultural que envuelve a personas de todos los sectores y estatus’.

Como puede percibirse, quien se ha ido no fue un hombre promedio, del montón, de la lista anodina de aquellos que llegan a la vida para el consumo y la banalidad.

Era un agente de cambio que se capacitó para inspirar la lucha contra la existencia sin propósito. Gracias a  sus orientaciones en talleres y conferencias, ingresaron al cooperativismo, decenas, centenares de personas que hicieron carrera.

Su fundación montaba cursos y talleres desde los años 70’s en escuelas, clubes, cooperativas y otros espacios, para difundir los principios del humanismo cristiano, montado en los siete principios del cooperativismo.

(Quien escribe estas notas, José Rafael Sosa, supo de esos valores cooperativistas, en un taller en una de las aulas de la Escuela Primaria Socorro Sánchez, de Villa Duarte, en abril de 1974.)

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